En la cultura contemporánea, obcecada como está con memoria y con traumas sobre genocidio y terror de estado, el olvido tiene una ‘mala’prensa. El olvido puede describirse como el fracaso de la memoria e implica un rechazo o inhabilidad para comunicar. A pesar de que algunos argumenten que nuestra cultura está demasiado centrada en el pasado, el olvido permanece bajo una sombra de desconfianza y se ve como un fracaso evitable o como una regresión indeseable. Por otro lado, la memoria puede ser considerada crucial para la cohesión social y cultural de una sociedad. Cualquier tipo de identidad depende de ella. Una sociedad sin memoria es un anatema.
La imagen negativa del olvido, no es, por supuesto, ni sorprendente ni especialmente nueva. Podemos observar una fenomenología de la memoria, pero con certeza no tenemos una fenomenología del olvido. La falta de atención sobre el olvido puede ser documentada en la filosofía desde Platón hasta Kant, desde Descartes hasta Heidegger, Derrida y Umberto Eco, que una vez rechazó, sobre la base de la semiótica, que podría haber algo así como un arte de olvidar, análogo al arte de la memoria.i
La larga historia sobre el olvido ha sido magistralmente descrita en la reciente obra de Harald Weinrich, Lethe: Kunst und Kritik des Vergessens (1997).ii Weinrich postula un "ars oblivionis" en analogía a la obra de Frances Yates: Art of Memory.iii El trabajo de Weinrich se relaciona a La mémoire, l’histoire, l’oubli (2000) de Paul Ricœ ur, en que Ricœ ur observa que hablamos sobre la obligación de recordar, p